Maite Pelayo
Como bien decía mi querido profesor Jacinto Gómez Tejedor: la Tierra siempre habla, sólo hay que saber escucharla. Hombre erudito, científico y humanista solía explicarnos la geología de forma cercana y cotidiana poniéndonos ejemplos que, en la etapa preuniversitaria, pudiésemos comprender.
Uno de ellos, para ejemplificar cómo a través de los estratos (esas capas de materiales que conformar la superficie de nuestro planeta) se podían reflejar los acontecimientos geológicos ( y biológicos) pasados, trataba de periódicos y langostinos. Decía mi profesor que, si fuésemos poniendo capas de hojas de diario con su fecha de publicación y sobre ellas depositarámos los restos de comida que consumimos ese día, por ejemplo, cabezas y cáscaras de langostinos, cualquiera en el futuro podría interpretar con bastante certeza nuestra dieta a lo largo del tiempo. Pues bien, a través de los estratos terrestres, los expertos pueden leer los cambios y acontecimientos de tiempos muy remotos analizando, por ejemplo, la presencia de restos de animales, plantas u otros elementos significativos. Todo ( o casi todo) queda registrado.
Estos días, he recordado con cariño al profesor que me hizo amar la geología y al cual, años después de ser su alumna, vi ya bastante mayor, sentado con su familia en una terraza de un bar y fui incapaz de expresarle mi agradecimiento por cuánto habían influido en mi vida sus lecciones y clases ejemplares. Meses después tuve noticia de su fallecimiento. Me arrepiento profundamente de mi infantil vergüenza y aconsejo a todo el mundo que, si se ve en esa situación, no dude ni un instante en acercarse y simplemente saludar y agradecer a un antiguo profesor el haber tenido la gran bondad de compartir su conocimiento como hizo Jacinto Gómez Tejedor.
El motivo de mi recuerdo de los periódicos y langostinos ha sido la noticia de que un grupo multidisciplinar de científicos, entre ellos geólogos, ha propuesto después de muchos años de trabajo, un pequeño lago de Canadá como punto cero del Antropoceno, la época geológica en la que la humanidad comenzó a modificar el planeta. Para quien todavía a estas alturas (geológicas) no comparta la idea de que como especie estamos alterando el planeta (incluido su clima) de forma muy significativa, diré que los hechos de base científica ciertamente no son opinables.

Nuestro lago protagonista es el Crawford, un pequeño pero profundo reducto de agua cerca de Ontario, Canadá, y es el lugar que, entre los cientos estudiados, mejor registra los impactos de la humanidad en la Tierra y, por lo tanto, marca el comienzo de esta nueva era geológica llamada Antropoceno. En él se reflejan, por ejemplo, las primeras pruebas nucleares, con presencia de Plutonio, o el acuerdo que las limitaba con su clara disminución.
También aparecen otros indicadores geológicos de la actividad humana como los altos niveles de cenizas con las centrales eléctricas de carbón, altas concentraciones de metales pesados, como el plomo, derivados de la actividad industrial o la presencia de fibras y fragmentos de plástico. Un archivo ejemplar que refleja la historia geológica y humana de los últimos tiempos.
El grupo de expertos ha determinado este punto geográfico, el lago Crawford, como punto de referencia acordando el año 1950 como fecha de inicio del Antropoceno. Esta evidencia se presentará ahora a la Comisión Internacional de Estratigrafía que decidirá el próximo año si ratifica el inicio del Antropoceno y su condición como una nueva época geológica.
En conclusión: todo deja huella, incluidas las personas en su conjunto como especie y cada una como individuo. Sólo hace falta saber mirar en el lugar adecuado.
No dejéis nunca de manifestar sin vergüenza lo importante que es o ha sido alguien en vuestra vida porque, puede que no haya una segunda oportunidad.